Han corrido ríos de tinta en las últimas semanas con la –esta vez sí– masiva migración de tuiteros a Bluesky.
Sucedió un poco de un día para otro. The Guardian publicó que se iba de la red, La Vanguardia fue detrás y, en cuestión de horas, cientos de miles de usuarios habían transitado a la red de la mariposa.
Yo tengo cuenta en esta red desde hace un año. Confieso, no obstante, que salvo seguir a los cuatro colegas que había encontrado y poner un par o tres de mensajes, no le había prestado demasiada atención hasta ese momento.
La red funciona como Twitter solo que ahora mismo no tiene trolls. Todavía no hay bots porno, ni cryptobros. Y, pendientes de ver cómo funciona el algoritmo, de momento, los alcances son bastante mayores de los que cuentas como la mía (5900 seguidores) teníamos en Twitter desde hace muchos años.
Hay una función fabulosa que son las listas en las que puedes seguir a todos los usuarios a la vez o bloquear a todos los usuarios a la vez. Así que hay gente que se está dedicando a recopilar a usuarios ultra, matones, para que los demás podamos bloquearles si nos place.
Y no es que nos guste el pensamiento único. A mí no me gusta nada, de hecho, lo que no me gusta es que la discrepancia sea un insulto. O una mentira. O una provocación. O las tres cosas a la vez.
Si no eres capaz de hablar, de debatir con argumentos, entonces no me interesa lo más mínimo encontrarte. Porque se empieza blanqueando la basura y enarbolando la libertad de expresión, pero es mentira. No interesa la libertad de expresión. Solo interesa colar una agenda y blanquear y el bulto y el ruido.
Según un informe de Newsguard y de ComCore, la industria del bulo facturó en EEUU en el año 2021, al menos, 26.000 millones de dólares.
Los bulos están planificados para cambiar desde el estado social de la gente, el estado mental, de ánimo, desconectarlo de la realidad y de las autoridades, generar desconcierto y en medio de este caos, conseguir algún rédito bien sea político o bien económico.
Llevo desde 2020 desmintiendo bulos conspiranóicos que tienen que ver con las vacunas. Creo que he sido capaz de convencer a algunas personas. No a todas. Frente a la ciencia, la fe. La fe en no se sabe muy bien qué…
Desde luego, no todos los que están en Twitter forman parte de los bulos. Y hay gente que ha dicho que se queda (de momento) porque no quieren sentirse expulsados y porque, oye, a ellos les funciona. Bien. Todo es posible. También he leído a gente alegrarse enormemente de la espantada, con éxito, visto el número de RTs.
Pero ya lo dije hace unas semanas: Twitter es lo que es porque medios e instituciones le otorgaron el papel de plaza pública. Y lo dejará de ser cuando se lo quitemos. Y lo que Guillermo Zapata reclama desde esta tribuna de Público ya lo dijimos por aquí hace unas semanas. La maldad no puede salir gratis.
Elon & company quieren un Dark Enlightment, como una especie de Ilustración pero del siglo XXI. Con Peter Thiel y Elon Musk a la cabeza, como gurús supremos, que se sitúan por encima de los demás gracias a su enorme poder económico y que dirigen en la sombra (o no tanto) a una masa acrítica que les ríe y les aplaude las gracias. Recomiendo encarecidamente escuchar este episodio: Los neo-reaccionarios de Silicon Valley, de Franco Delle Donne en la segunda temporada de Epidemia Ultra.
Y yo, que ya me pilla todo esto un poco mayor y de vuelta, pues lo siento pero no quiero bailarle el agua a estos señoros.
Según escribo estas líneas, Bluesky ha superado los 20 millones de usuarios. Van a millón al día. Ya se han creado cuentas todos los principales medios de comunicación y muchos políticos (incluyendo PP, incluyendo El Mundo, El Español o La Razón, si es que podemos considerar medio a este último). No es derechas contra izquierdas. Es razón contra anarquía y caos, que solo beneficia a los ultras.
No sé si Bluesky sobrevivirá tal y como está estos días. Quiero pensar que sí. Pero hace 17 años me di de alta en una red social que creí que iba a ser la bomba. La vi crecer y la he visto convertirse en una cosa que no era. Soy excéptica pero miro al frente con ilusión porque no estoy sola. Me rodea mucha gente que, como yo, cree en el debate sosegado. Cree que hay otra forma de hacer las cosas y piensa que la imposición por la fuerza de las ideas nunca nunca nunca debe volver.
Si quieres explorar Bluesky conmigo, aquí te dejo mi usuario.
Si crees que exagero, hasta el Financial Times está escribiendo editoriales de miedo.
❤️ Esta semana en Game of Talks, hablamos de los arquetipos que puedes usar en tus charlas y cómo hacerlo.
🐦 Muy adecuado para un día como hoy: una breve historia de Twitter y las redes sociales, por
🤖 Leer a Yuval Noah Harari siempre es un placer y si reflexiona sobre AI y democracia, como mínimo, es preocupante. Exhorta a responsabilizar a las corporaciones por las acciones de sus algoritmos, especialmente en cómo difunden información. También recomienda prohibir la participación de bots en conversaciones humanas sin una identificación clara, para evitar la manipulación de la opinión pública. Como esto, a mi modo de ver, está lejos de suceder… de momento vamos caminito de Blade Runner.
💎 Este post antiguo, pero evergreen, de Eva Sanagustín, donde explica los dos ejes a tener en cuenta a la hora de planificar nuestro contenido: originalidad y valor.
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¡Nos vemos la semana que viene!
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Puede que ya jamás necesite una red como lo que fue Twitter, pero me alegro que exista una alternativa que pueda utilizar cómodamente por si acaso :).
Y gracias por esa referencia!
A mi Bluesky, por ahora, me queda lejos…