Vamos a hacer un ejercicio de memoria.
¿Te acuerdas de cuando te diste de alta en las redes sociales? Yo recuerdo cada una de ellas.
Éramos jóvenes y las redes sociales nos abrían la puerta a encontrar a nuestros compañeros de colegio, de veraneo o de algún trabajo pasado.
Ahora sabemos que si les habíamos perdido la pista era por un motivo, pero es demasiado tarde. Ahora quedaríamos fatal si les desamigueáramos y por eso no lo hacemos.
Más allá de la broma, las redes eran una ventana al mundo. Un canal de comunicación inmenso que nos hizo fantasear con ser grandes, con tener audiencias, con conocer gente nueva, acceder a contenidos increíbles. Duró unos años. Los suficientes como para que una gran mayoría nos subiéramos al carro.
¿En qué momento se torció el idilio? ¿Fue antes o después del Brexit? ¿De los problemas de Facebook con Cambridge Analytica? ¿De las tonterías y balbuceos de Mark Zuckerberg en las comisiones que investigaron el caso? ¿De sus cambios? ¿De que a Elon Musk perdiera el norte totalmente?
Mira, hace muchos muchos años, tantos como tiene mi hija, que acaba de empezar la universidad, me abrí un blog. De vez en cuando tenía visita de trolls (anónimos que venían a boicotear cualquier debate sano de los que se daban en los comentarios) y alguno llegó a amenazarme. Entonces era relativamente sencillo acceder a la IP y con las mismas irme a la Policía a denunciar (el problema venía cuando la policía no tenía ni pajolera idea de nada que tuviera que ver con lo tecnológico y te ponían cara de “pero qué me estás contando”). Hoy en las redes estamos indefensos. Y lo estamos porque a los mandamases de esas cosas les da la gana, así de claro.
Porque la libertad de expresión se termina exactamente donde empiezan los derechos de las demás personas. No es un derecho supremo que te permita injuriar, calumniar o difamar. Esto son delitos. La libertad de expresión no los ampara.
De la vigilancia extrema, los algoritmos que nos persiguen, nos escuchan y nos devuelven cámaras de eco, los haters, criptobros y experpents varios ni hablamos.
El problema, como comentan en el editorial de El País, es que las empresas son suyas y pueden hacer con ellas lo que quieran. Desde mi atalaya, no veo que TikTok (china) sea peor que Meta o X. Es diferente e igual a la vez.
Por problemática que sea la constatación de que el dueño de X participa del discurso de la derecha paranoica global, lo cierto es que la empresa es de Musk y puede hacer con ella lo que quiera. Pero para los millones de usuarios de la red social, empezando por las instituciones, esta situación obliga a replantearse la conveniencia de haber depositado el papel de plaza pública oficial en una empresa privada con sede en EE UU. Sobre todo, el público debe ser consciente de que ese espacio de información tiene una agenda política propia, una agenda en la que los extremistas son bienvenidos, se promueve que Trump difunda sus bulos y se frivoliza con la idea de un enfrentamiento civil.
Veo los mismos mecanismos en cada red. Exactamente iguales. Y llegados a este punto tenemos varias opciones. Quedarnos como estamos, aguantando todo tal y como está y esperando que venga el enésimo gurú a rescatarnos o marcharnos de esas redes y centrarnos en aquello que sí podemos controlar, como por ejemplo, un blog o una newsletter, que nos pertenece y que no está sujeta a los designios de un señoro con agenda propia.
Yo no tengo la respuesta aún. Creo que no estoy preparada para marcharme de todo y de todas partes. Creo que me perdería cosas que no me quiero perder todavía. Creo que hay más gente cuerda y cabal que exaltada, aunque estos últimos crezcan como la espuma. Quiero ser parte de lo bueno que queda en internet, que es muchísimo.
Nos dejamos atrapar porque pensamos que nos salía a cuenta, de hecho, sigo pensando que durante varios años mereció la pena”, señala la autora de Las redes son nuestras. Jack Dorsey, el anterior mandarín de Twitter, tenía un perfil afable, señala Marta G. Franco, “pero la llegada de Musk nos ha hecho recordar el problema inicial: no podemos darle tanto poder a nadie, no podemos depender del magnate de turno”. En cualquier caso, nadie cuestiona que todo ha cambiado: “Pregúntate: si X se inventara en su forma actual hoy, ¿te apuntarías?”, apuntaba retóricamente Katie Martin en su despedida de la plataforma.
La pregunta casi se responde sola. No estoy en Truth.social ni estaría en X ni en Facebook, ni en Instagram. Ni X sería lo que es hoy si al principio hubiera sido el estercolero en que se ha ido convirtiendo (y no lo digo yo, lo opinan también sus anunciantes, los que ponen la panoja). Ni Facebook tendría más de 2000 millones de usuarios activos si hubieran enseñado su patita fea. Ni Instagram habría florecido como lo hizo si en lugar de las fotos de nuestros colegas hubiéramos visto anuncios de movidas random.
Cuando Isabel II murió, la cuenta de la Casa Real británica informó a través de X exactamente dos minutos antes de que lo hiciera la BBC. Este es el problema, que X es la plaza pública. El lugar donde, sin intermediación, políticos, empresas, organizaciones, instituciones, cuelgan sus cosas.
Vale, y ¿ahora? una vez que les hemos otorgado el rol de plaza pública, ¿qué hacemos? Creo que era Genís Roca el que apuntaba hace poco que quizá la UE debería promover la creación de una plaza pública digital. Y quizá por ahí vayan los tiros. Desde luego, una plaza donde haya unas reglas básicas de transparencia y convivencia que no estén sujetas a la última pataleta de un(os) indocumentado(s) con demasiado dinero y que se cree(n) con el poder de dominar el mundo.
Toda esta reflexión me vino a raíz de leer X puede ser una víctima de la guerra que Elon Musk tanto desea en El Salto.
❤️ Esta semana le damos la bienvenida al podcast de Game of Talks. Conversaciones con personas increíbles alrededor de la comunicación. Para el primer episodio hemos contado nada más y nada menos que con Gerry Garbulsky, director de TED en Español, licenciatario de TEDxRíodelaPlata (uno de los TEDx más grandes y longevos). Creo que nos ha dado pistas increíbles sobre lo que para él es comunicar: un portal a otros mundos. Imperdible.
🤖 Yo creo que a los humanizadores de IA les va a durar el negocio un par de telediarios… en cuanto las herramientas de IA comunes se pongan las pilas con los textos que devuelven. Pero mientras tanto… aquí te dejo humbot, una IA que promete humanización de textos para convertirse en indetectable.
🛠️ Esta herramienta te permite analizar titulares. Para posts, newsletters o lo que necesites. Desde contador de palabras y letras a análisis de sentimiento (palabras comunes y no comunes, emocionales, positivas…). Interesante echarle un vistazo.
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👃🏻 Una herramienta para organizar tus perfumes. Que no es que yo tenga muchos, pero a lo largo de los años ya he probado unos cuantos y es verdad que con el tiempo la memoria, incluso la olfativa, va teniendo sus lagunas. Aquí puedes ir añadiendo los perfumes que tienes y que has tenido y votándolos y viendo mucha más información y opiniones sobre ellos. Esto de la perfumería es todo un mundo.
🌊 No hagas nada en 2 minutos. Esta web da lo que promete (porque si mueves el ratón te hace volver a empezar). Una foto bonita, sonido de olas del mar y a tomarte un receso chiquitín antes de volver al lío cotidiano.
Hasta aquí hemos llegado. Nos vemos el miércoles que viene a las 6:45h.
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Qué razón tienes Cristina. Hace tiempo que me pregunto si las administraciones públicas tienen que invertir ni siquiera un euro en publicidad en determinadas redes. No hacen si no alimentar al monstruo y justificar su existencia. Me parece preocupante el cariz que están tomando y la enorme influencia que están teniendo en la creación de pensamiento e ideología en las nuevas generaciones. Gracias por tu acertada reflexión.
Cristina, me has impresionado con este artículo.