#124. ¿Cómo se produce el pensamiento?

Hace muchos años leí No pienses en un elefante, el bestseller del lingüista George Lakoff. Ese libro plantea la teoría del autor: el uso del lenguaje no es inocente y las palabras que usamos evocan imágenes en nuestra mente.

Estos días he estado leyendo algún artículo suyo y he extraído estos párrafos que me parecen interesantísimos.

Los conceptos que pensamos se inician físicamente en las sinapsis y circuitos neuronales de nuestros cerebros. El pensamiento es físico. Y los circuitos neuronales, una vez que se establecen, no cambian fácilmente.

La repetición del lenguaje tiene el poder de cambiar el cerebro. Cuando una palabra ofrase se repite una y otra vez a lo largo de mucho tiempo, los circuitos neuronales que computan su significado se activan repetidamente en el cerebro. A medida que las neuronas de esos circuitos se disparan, las sinapsis que conectan las neuronas de los circuitos se hacen más fuertes y los circuitos pueden llegar a ser permanentes, lo que ocurre cuando aprendes el significado de cualquier palabra de tu vocabulario cotidiano. Aprender una palabra cambia físicamente tu cerebro, y el significado de esa palabra se instala físicamente en tu cerebro.

Y esto aplica a la neolengua: a cualquier acepción de cualquier palabra. Por ejemplo: mazo es una suerte de martillo. Hace unos años se empezó a usar como adjetivo (mola mazo) con el significado de “mucho”. Hoy, se utiliza mazado para decir que alguien está muy cachas.

Y así, los significados van cambiando.

Ahora, en vez de palabras sinsustancia, como “mazo”, aplica esta misma lógica para otras palabras que se utilizan, por ejemplo, en publicidad o en política… y ya no nos hará tanta gracia esta redefinición.

La mayor parte del pensamiento es inconsciente. Dado que el pensamiento se produce a nivel neuronal, la mayor parte de nuestro pensamiento no está disponible para la introspección consciente. Por lo tanto, es posible que no conozca sus propios procesos de razonamiento. Por ejemplo, puede que no seas consciente de los principios morales o políticos que subyacen a las conclusiones políticas a las que llegas rápida y automáticamente.

Así, como quien no quiere la cosa. Es como funciona lo subliminal. Serías capaz de cantar la canción de Carglass, de Mercadona… y hasta la de Farala. Las tenemos grabadas a fuego en algún rincón de nuestra memoria. ¿Cuántos eslóganes de empresas eres capaz de recordar? Seguro que más que los que ahora mismo te vienen a la cabeza. Y esto nos llevaría a por qué consideramos mejores unas marcas que otras… y no, no todo es puro análisis.

Todo pensamiento utiliza marcos conceptuales. Los «marcos» son estructuras mentales de alcance limitado, con una organización interna sistemática. Por ejemplo, nuestro marco simple para «guerra» incluye roles semánticos: los países en guerra, sus líderes, sus ejércitos, con soldados y comandantes, armas, ataques y campos de batalla. El marco incluye conocimientos específicos: en Estados Unidos, el presidente es el comandante en jefe y tiene poderes de guerra; el propósito de la guerra es proteger al país; la guerra termina y se gana cuando el otro ejército se rinde. Todas las palabras se definen con respecto a los marcos.

Así, declarar una «guerra contra el terror» contra un enemigo elusivo y amorfo otorgó al presidente Bush poderes de guerra especiales que podían ampliarse y utilizarse indefinidamente, incluso contra ciudadanos estadounidenses. La guerra de Irak enmarcó a Irak como una amenaza para nuestra nación, convirtiendo a cualquiera que se opusiera a la guerra en un traidor; cuando Estados Unidos marchó hacia Bagdad, el marco de la guerra dijo que la guerra había terminado: «Misión cumplida».

Ahora piensa en palabras que utilicen políticos, por ejemplo y en qué contextos las usan y si piensas que te están tratando de liar… seguro que aciertas. Algunos marcos no hay ni que “comprarlos”…

Los marcos tienen límites. Los soldados, tanques y aviones iraquíes, y el líder de Irak, Saddam Hussein, estaban dentro del marco de la guerra, ya que encajaban en los papeles semánticos del marco. Fuera del marco de la guerra estaban los iraquíes corrientes -muertos y mutilados por decenas de miles-, el resentimiento de las familias iraquíes causado por esas muertes y mutilaciones, los daños a la infraestructura iraquí, los puestos de trabajo iraquíes perdidos a causa de esos daños, la resistencia a la ocupación estadounidense, la cultura y la religión iraquíes, los «insurgentes», los artefactos antiguos en los museos iraquíes, los familiares de los soldados estadounidenses, los programas sociales estadounidenses recortados, el creciente déficit estadounidense, las actitudes hacia los estadounidenses en todo el mundo. Cuando se piensa dentro de un marco, se tiende a ignorar lo que hay fuera de él.

Y por este motivo, queridos niños, es por el que es tan importante ser más conscientes de que (casi) nada es inocente.

A veces, cuando hablo con mi madre, que es una señora con estudios superiores, muy leída e inteligente, me sorprende que use determinadas expresiones que, sospecho, ha escuchado en alguna tertulia televisiva.

No digo que haya que andar por la vida desconfiando pero sí hay que darle dos vueltas a si lo que escuchamos quiere meternos en un marco que no compramos y obrar en consecuencia.

El lenguaje puede utilizarse para replantear una situación. En un primer momento, la administración Bush planteó la guerra de Irak como un «cambio de régimen», como si el país permaneciera intacto a excepción de quién dirigiera el gobierno. Sadam Husein «caería» -simbolizado por la caída de su estatua, una imagen que se reproducía una y otra vez en la televisión estadounidense- y un nuevo gobierno democrático sustituiría inmediatamente a la antigua tiranía. Cuando empezó a surgir la insurgencia, quedó claro que el viejo marco era inoperante, y se produjo un replanteamiento: Irak se convirtió en «el frente principal de la guerra contra el terror». . .

Es interesante cuando pensamos en los marcos que la política lanza cada poco tiempo, pero pensemos también en empresas y marcas que lo hacen sin parar. Por ejemplo: incluso sabiendo que L. Cassei Inmunitas es un nombre inventado y que no lo pudieron registrar por publicidad engañosa, hay gente que sigue tomándose un Actimel como si estuviera dándole superpoderes a su intestino…

Todas las citas anteriores están extraidas de Whose Freedom, de George Lakoff, gracias a este artículo (más largo) del New York Times.

Y esta es de The Framelab.

La lógica del padre estricto va más allá. La idea básica es que la autoridad se justifica por la moralidad (la versión del padre estricto), y que, en un mundo bien ordenado, debería haber (y tradicionalmente ha habido) una jerarquía moral en la que deberían dominar los que tradicionalmente han dominado. La jerarquía es: Dios por encima del Hombre, el Hombre por encima de la Naturaleza, los Disciplinados (fuertes) por encima de los Indisciplinados (débiles), los Ricos por encima de los Pobres, los Empresarios por encima de los Empleados, los Adultos por encima de los Niños, la cultura Occidental por encima de otras culturas, América por encima de otros países. La jerarquía se extiende a: los hombres por encima de las mujeres, los blancos por encima de los no blancos, los cristianos por encima de los no cristianos, los heterosexuales por encima de los homosexuales.

Claro, todo muy meritocrático. Me produce estupor el nivel de contradicciones que puede llegar a encerrar un discurso.

Para seguir rumiando estos pensamientos.

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Y, bueno, hasta aquí hemos llegado hoy. La semana que viene más. Nos vemos el miércoles a las 6:45h.

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