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#154. Todo es política

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Cristina Juesas
abr 02, 2025
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#154. Todo es política
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Por mucho que nos quieran convencer de lo contrario, lo político no empieza y acaba en las urnas. Tampoco vive solo en los titulares ni se limita a la voz de los que legislan. Lo político está en cómo caminamos, en qué cocinamos, en los silencios que callamos y en los gestos más mínimos que dejamos pasar sin pensar. Todo es política. Incluso cuando juramos que algo “no lo es”.

Caminar por un paso de cebra es político.
Un grupo de investigadores ha demostrado cómo, incluso al cruzar la calle, nos organizamos según normas invisibles que surgen del contexto, del entorno, de los demás. Y en ese caos ordenado también hay poder, privilegios, desigualdades. ¿Quién se echa atrás? ¿Quién impone el ritmo? ¿Quién espera? Son pequeñas coreografías sociales que, sin saberlo, repetimos a diario.

Irse de Twitter/X es política.
Cuando una red social se convierte en un altavoz para discursos de odio, desinformación y manipulación, cuando su amo y señor manipula el algoritmo para favorecer a quien él quiere: primero a él mismo y luego a los que piensan como él, quedarse o marcharse no es una decisión neutral. Irse de Twitter es una forma de decir “esto no me representa”. Pero también quedarse para disputar el espacio, denunciar o crear comunidad tiene su carga política. Cada decisión digital que tomamos, cada clic, cada silencio o cada unfollow, tiene un peso.

Bailar YMCA también lo es.
Ese hit setentero que hoy Trump usa en sus mítines fue en su momento una oda a la libertad y la expresión queer. Que ahora sus propios autores se enfrenten a su pasado, nieguen lo evidente y amenacen a quien los nombre como íconos LGTBIQ+ es también un gesto político. La cultura pop no es neutral. Nunca lo fue.

El minimalismo también.
Desprenderse de cosas no es solo una moda estética. Es una lucha contra el exceso, el consumo, el ruido mental. Pero ojo: no todo el mundo puede permitirse el lujo de vivir con poco. Hay una delgada línea entre el minimalismo voluntario y la precariedad disfrazada de tendencia.

Colgar un cuadro es político.
Más aún si vives de alquiler y el casero te trata como si fueras una presencia temporal sin derechos. Personalizar tu espacio, resistir la idea de que no tienes “hogar” porque no eres propietario, es también un acto de resistencia.


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