Decía el otro día Antonio Ortiz que “el grupo de chat es el espacio digital que menos me polariza, con el que me siento mejor, más conectado a una experiencia verdaderamente social”.
En la otra punta, la empresa Hortelanos acaba de anunciar que suprime WhatsApp como medio de comunicación con sus clientes y proveedores. Me parece fabuloso que intenten el tema del protocolo. Ojalá les vaya bien porque si hay algo claro es que el tema mensajes instantáneos se nos ha ido de las manos.
Tengo WhatsApp desde hace tanto tiempo que soy de las primas que pagó 1€ por descargar la aplicación. En su momento pensé que me compensaba a partir de haber enviado 5 SMSs y así fue. Me ha compensado muchísimo. He llorado, he reído y he compartido de todo en estos doce años. Al principio de forma discreta, con familia y amigos muy íntimos y en los últimos tiempos ya es un desfase absoluto, con todo tipo de personas, incluyendo clientes, proveedores y hasta con empresas con las que no tengo nada que ver, y tienen servicio de atención al cliente a través de este medio.
¿Es WhatsApp una red social? Depende. WhatsApp es un servicio de mensajería que te permite crear chats de grupo o comunidades. Como servicio de mensajería no es una red social, pero las comunidades sí que lo pueden ser.
Yo confieso que, vistas las comunidades de Telegram, las de WhatsApp me dan una pereza tan extrema que no me he metido en ninguna ni para probarlas. Bueno, miento, estoy en dos comunidades de eventos TEDx y en varios grupos gigantes (como comunidades) de Toastmasters, pero creo que eso es algo diferente porque es muchísimo más cerrado y, aún así, siempre termino desquiciada con la peña mandando mensajes randomísimos a horas intempestivas y, normalmente, irrelevantes.
Una cosa curiosa que me pasa en mi relación con los grupos de WhatsApp es que me da como angustia salirme de ellos. Me genera mucho FOMO y, aunque la mayoría no los leo o los leo de forma tan diagonal (solo para saber que no ha habido ningún incendio) que daría igual estar fuera… pero me cuesta…
Porque además, ha llegado un momento en el que me he dado cuenta que no solo estoy en grupos, sino que estoy en grupos paralelos, o sea, en subgrupos, que es como el colmo del WhatsApp.
Por ejemplo: perteneces a una asociación y estás en el grupo de esta asociación, en el grupo de notificaciones de la asociación, en el grupo que gestiona la asociación, en el grupo del trío que lidera la asociación, en el grupo de personas senior de esa asociación, en el grupo de personas junior, a las que guías… y así, en lugar de un solo chat, la cosa se va multiplicando casi hasta el infinito.
Si eres una persona inquieta, que le das a varias salsas, puedes llegar a encontrarte con que solo de un tema, tienes veinte grupos diferentes. Una locura absoluta.
Silenciarlos (por supuesto), archivarlos (depende de la configuración de tu aplicación)… son opciones que están ahí, pero no siempre puedes evadirte…
Usar otras aplicaciones, como Slack o Teams, puede ayudar en proyectos, pero está la curva de aprendizaje y el tirón de la rutina. Al final usamos WhatsApp porque TODO el mundo lo usa.
¿Nos rendimos o aprendemos a vivir con el FOMO y a correr? ¿A ti te pasa lo mismo? ¿Cómo lo gestionas?
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Y, bueno, hasta aquí hemos llegado hoy. La semana que viene más. Recuerda: nos vemos el miércoles a las 6:45h.
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Subgrupos de grupos es algo desconocido para mí. Lo de los whatsapps de empresas, es algo que depende de cómo se use. Como atención al cliente sí, como spam para ofertas o cualquier comunicación que no venga de ti pues no.
Yo lo que veo más eficiente para el control de comunidades es usar algo más complejo tipo Slack. Aunque Slack nunca me ha llegado a gustar del todo, soy más de servidores de Discord (más popular entre la gente joven). Tiene su apps para móvil la mar de completa aunque prefiero el desktop.
Si no te pasas durante una temporada por alguna comunidad pues cuando vuelves tienes todo lo que no te has leído bien marcado para revisar o para marcar como leído, eso es algo que doma bastante al FOMO.