#164. Cómo evitar que los nervios nos hagan hablar demasiado rápido o en voz baja
Si has hablado alguna vez en público, seguro que lo conoces: el corazón acelera, las manos sudan… y de pronto te das cuenta de que estás hablando más deprisa de lo habitual o que tu voz ha bajado tanto que casi ni se te oye.
Es un clásico. Los nervios tienen efectos físicos muy concretos sobre la voz. No es que no sepas hablar bien: es que tu cuerpo está en modo alerta. Tu sistema nervioso interpreta la exposición como una amenaza, y eso afecta directamente al tono, al volumen y al ritmo con el que hablas.
Pero se puede entrenar. No para que no te pongas de los nervios, sino para que los nervios no manden.
Aquí van algunas claves para empezar:
1. La conciencia es el primer paso
Detectar que hablas rápido o bajito ya es parte del trabajo. Si sabes qué te pasa, puedes intervenir. Grábate. Escúchate. Pídele a alguien de confianza que te diga cómo suenas. No para juzgarte, sino para tomar conciencia.
2. Respira como si fueras importante. Porque lo eres.
Una respiración superficial genera una voz débil y rápida. Respirar con calma —inhalación profunda, exhalación larga— no solo oxigena el cuerpo: envía la señal de que puedes estar presente. Es el primer antídoto frente al acelerón nervioso.
3. Practica pausas, no puntos
No tienes que decir todo de un tirón. Ensaya tus charlas con pausas naturales. Respira entre ideas. Deja que las palabras se asienten. No es solo útil para ti: también ayuda a quien escucha a seguirte mejor.
4. Proyectar no es gritar
Una voz proyectada nace del apoyo, no del volumen. Aprende a colocar la voz en la máscara facial (zona nasal y pómulos), en lugar de empujar desde la garganta.
Hay ejercicios sencillos para poner solución a esto, que te cuento justo aquí debajo…
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