#162. Cómo escribo sabiendo que me están mirando
Si llevas tiempo recibiendo esta newsletter, seguro que alguna vez te has preguntado cómo me apaño para escribir cosas íntimas, aun sabiendo que me están leyendo.
Quizá pienses que estoy dando demasiado o te quedes con la intriga de saber qué más me ronda la mente.
Soy plenamente consciente de que escribo sabiendo que mis clientes podrían estar leyendo. O mis hijos. O mi ex. O alguna empresa a la que me encantaría asesorar. Y, sin embargo, escribo.
Escribo sabiendo que la exposición tiene precio. Que ser honesta puede incomodar. Que hay textos que cierran puertas. Que la vulnerabilidad, mal leída, parece debilidad. Pero también sé que hay textos que abren otras puertas. Que hay palabras que hacen que alguien al otro lado diga: “por fin alguien lo pone en palabras”.
Y yo quiero escribir así. Porque me hace sentir libre. Porque si tengo que comunicar, prefiero hacerlo desde quien soy, no desde quien creo que esperan.
¿Hasta dónde puedes contar sin traicionarte? ¿Dónde está el límite entre la intimidad y la indiscreción? ¿Cuánto de ti cabe en un texto sin convertirlo en terapia?
Esas son las preguntas que me hago (y que me hacen) cada vez que publico un texto con alma.
Aquí te comparto lo que he aprendido escribiendo desde ahí, y las estrategias que me ayudan a no soltarlo todo, pero tampoco esconderme.
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