Cuando acabé la carrera hice un máster. Tenía 21 añitos y, aunque me creía muy lista y que lo sabía todo, en realidad no había salido del cascarón.
Era la más joven de la clase. El siguiente de más edad tenía 25 años, que parecen pocos, pero cuatro años a esa edad suponen una diferencia importante. Importantísima.
Ese año aprendí no solo sobre las materias del máster, sino sobre la vida en general y a desenvolverme en el mundo adulto.
Pero el mayor aprendizaje, el más acelerado, lo tuve cuando empecé a trabajar. Ahí pasé de cero a cien en apenas un mes.
Cuando estudias estás rodeada de personas que, como tú, están estudiando. También de profes, pero éstos, aunque tengan otra vida, en lo que se refiere a ti están a transmitir conocimiento. Al trabajo vas aprendido. Y mi choque cultural fue tremendo.
Luego, con más o menos fortuna, he ido desarrollando diferentes posiciones a lo largo de mi carrera profesional. En unas he aprendido más que en otras. Pero creo que haber pasado mis primeros 11 años de carrera en una multinacional se han notado mucho cuando bajé a la mina oscura de las empresas más pequeñas, donde todos tenemos que saber hacer muchas cosas… y ni te cuento estando sola, como llevo camino de diez años.
Pero los primeros choques con la vida adulta dan muchísimo miedo. Las primeras gestiones, la primera vez que te enfrentas a hacer algo por tu cuenta (sin que te ayuden mamá o papá).
Ahora que veo a mis hijos dar esos primeros pasos en la vida adulta, cuando me preguntan cómo se hace para que el médico te dé una cita o para enviar un CV o para abrirse bizum me doy cuenta de que hay cientos de miles de cosas prácticas para las que no preparamos a nadie y quizá tendría sentido hacerlo.
Cuando tienen que hacer gestiones con el banco y (los pobres) se pasean banco-casa-banco-casa hasta tres veces pidiéndote casi que les digas lo que tienen que decir mientras ves cómo les están tomando el pelo y te hierve la sangre porque sabes que si levantas el teléfono y les llamas o apareces por la puerta de la sucursal no osarían darte folletos de mierda, tomarte el pelo o decirte ninguna de las sandeces que a ellos sí les dicen.
Así que dos reflexiones para hoy. O tres:
Nadie le va a enseñar a tus hijos a valerse por si mismos si no lo haces tú. Esto aplica a bancos, supermercados, compras online o cualquier gestión cotidiana random que se te ocurra. Si lo hacemos todo por ellos, cuando no estés, no van a saber. Que practiquen desde pequeños.
Si atiendes a chavalería en tu establecimiento no seas condescendiente ni cabrón y ayúdales. Son inteligentes y tienen ganas de aprender… y todos hemos tenido una primera vez.
Y hazlo a la primera, no creas que te vas a librar, porque la chavalería puede tener una madre insistente… y si les tomas el pelo insistentemente no va a tener piedad.
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📈 Que sepas que ahora será una métrica importante el número de veces que se envía un post en Instagram.
🤪 Me ha encantado este perfil de LinkedIn. Todos podríamos sentirnos un poco así con las redes o con las diferentes aplicaciones que usamos.
🥱 ¿Quién dijo que los perfiles corporativos tienen que ser serios y aburridos? Solo hace falta echar un vistazo al IG del partido laborista británico (incluyendo a John Snow dando sus razones para votar laborista o este simpático vídeo a propósito de la contaminación de las aguas que compartí hace unas semanas).
🪟 Desde esta web puedes abrir una ventana al mundo. Literalmente. El ratito que he estado jugueteando he abierto ventanas en Nueva York, Viena, Reno, Madrid, Ankara, Bangkok o Rasht (Irán).
Hala, la semana que viene más. Nos vemos el miércoles a las 6:45h.
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Cris, yo aún añadiría otra etapa más a todo esto, cuando tus padres alcanzan una edad más que considerable y vuelven a una especie de infancia en el que eres tú quien les tiene que hacer todas las gestiones y demás. Es el momento de devolverles el acompañamiento, cariño y esfuerzo que te han dedicado desde que nacimos.